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Su nombre latino era Eusebius Hieronymus. Nació en Estridone, en la Dalmacia (hoy Croacia) cercana a la Panonia (hoy Eslovenia).
1. Vida
Era de rica familia y recibió selecta formación literaria alejada del cristianismo. Después de estudiar en Roma, viajó a Tréveris y a Aquilea, donde vivió un tiempo en comunidad con un grupo de jóvenes idealistas en busca de estudio y perfección. Disuelto el grupo, viajó a Antioquía. En algunos de los tránsitos recibió en un sueño la insinuación de que hacia mal en preferir ser "ciceroniano antes que cristiano".
En Antioquía se convirtió y bautizó, y luego se retiró al desierto para vivir como monje y animado por el eremita Malco. Allí estudio durante mucho tiempo las Sagradas Escrituras; y se entretuvo con la rica biblioteca que llegó en su compañía. Recogió al mismo tiempo documentos hebreos y griegos.
En el 379 fue ordenado sacerdote. Paso tres años en Constantinopla con San Gregorio de Nacianzo dedicado al estudio de la Biblia y de algunos autores famosos como Orígenes, algunas de cuyas homilías tradujo al latín.
En el 382 volvió a Roma, donde trabajó como secretario del papa Dámaso I.
2. La Vulgata
Ante sus conocimientos inmensos y su capacidad sorprendente, el Papa le encargó revisar la antigua traducción de la Biblia (vetus latina) para hacer una versión mejor y definitiva que acabara con las múltiples traducciones que circulaban en diversas Iglesias.
Pronto la hizo, aunque luego habría de ser perfeccionada en Belén. Sería la llamada por la Historia "Vulgata", o común, reemplazante de la antigua que se usaba, de la "Vetus latina".
Duraría en la Iglesia milenio y medio como Biblia usual y fue la que el Concilio de Trento declaró como oficial, permaneciendo su texto vigente hasta que en el siglo XX se comenzaron a usar nuevas traducciones de los textos griegos y hebreos y los diversos trabajos científicos sobre el texto sagrado.
3. Las otras obras
Al morir Dámaso el 384, se despertaron múltiples envidias y oposiciones a Jerónimo, por lo que decidió abandonar la ciudad y regresar al Oriente.
Después de pasar por Egipto, se asentó en Belén. Pronto llegaron amigos y admiradores, incluso dirigidos espirituales, pues en Roma había cultivado la amistad y el estudio con círculos de personas selectas. Entre los que llegaron, destacó la rica viuda Paula con su hija Eustoquia. Paula (más tarde santa Paula) fundó cuatro monasterios, tres para monjas y uno para monjes, en el cual se estableció Jerónimo y a cuyos monjes dirigió de manera ascética.
También continuó con sus trabajos literarios de búsqueda de códices y documentos antiguos y de traducción de los libros hebreos y griegos. Se rodeó de valiosos y costosos manuscritos que compraba con donativos y recursos propios, incluso de versiones a otras lenguas sirias y egipcias y entre los cuales él discernía con sagacidad los que podían ser más auténticos.
Los "Comentarios Bíblicos" que compuso sobre los textos que manejaba de la Escritura admiraron por su erudición y su piedad. También se entregó a escribir y a polemizar con herejes conocidos, como Joviniano, Vigilantio y los seguidores del pelagianismo.
Incluso fueron conocidas sus polémicas doctrinales con el monje y teólogo Tyrannio Rufino, Y hasta se conservan algunas de las cartas airadas que se cruzó con S. Agustín, con el que se estableció cierta amistad y mucha competencia.
Tradujo y continuó la "Crónica" de S. Eusebio y proyectó hacer una Historia de su tiempo, aunque no se sabe que iniciara o realizara el proyecto.
4. Su pedagogía
Una de las más famosas cartas de S. Jerónimo, y desde luego la síntesis de su pensamiento pedagógico, es la larga "Carta a Leta", una piadosa matrona romana que había tenido un hijo y para su educación traza el más hermoso programa educativo que se escribió en tiempos patrísticos. En el proyecto que S. Jerónimo perfila para esta madre entremezcla las consignas culturales exigentes, convenientes para un hombre de su tiempo, con los más sutiles y elevados objetivos evangélicos
A causa de sus conflictos con los pelagianos tuvo que esconderse durante dos años, en los cuales siguió trabajando de forma infatigable. Murió al poco de volver a Belén, alrededor del 419 o 420, dejando en todos sus allegados el recuerdo de un hombre austero y sereno, profundamente enamorado de los Escritos sagrados y amante de una Iglesia, que él quería libre, pero que estaba sometida a intrigas y a intereses tremendamente humanos.
5. Influencias
Sin Jerónimo en el horizonte de la Historia no se explica el gran amor a la Escritura Santa que todos los santos y pensadores antiguos manifestaron. El fue, más que el asceta de la cueva de Belén, que gustaban representar los artistas en el Renacimiento, el cristiano erudito e incansable peregrino de la fe.
Gracia a él la Iglesia dispuso durante muchos siglos de un texto bíblico depurado y autentificado con su cultura, seguro y limpio de complementos marginales, crítico y purificado de multitud de interpolaciones y glosas añadidas por los intereses de cada grupo dueño de cada documento, partido o secta.
El hacer un texto uniforme y válido fue la intuición del gran Papa Dámaso y el servicio eclesial del gran intelectual Jerónimo.
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